El Perú es la casa grande de sus 34.3 millones de hijos. En ella nacemos, nos edificamos y consolidamos. Consecuentemente nacemos con deberes no negociables para con ella, constituyendo cualquier claudicación consiente, una traición injustificable.
Es cierto que cada quién viene al mundo con su talega de talentos, cualidades y capacidades, por lo que todos conocemos la estatura de las obligaciones que debemos prestar a nuestra patria.
Pero siempre ha de existir un mínimo de deberes a cumplir, para saber que no estamos claudicando. Que no debemos sentirnos traidores. Quizá la manera más simple de conocer si estamos en el camino correcto, es preguntándonos si trasuntamos valorativamente.
El valor de la integridad, por ejemplo, lo maltratamos cada que transgredimos una ley, sin importar que se trate de una regla de tránsito o hurtar los bienes de la Nación. O asumir una responsabilidad pública sabiendo que somos incapaces, inexpertos o salpicados de desvalores.
Entiendo que el deber de cada quién para nuestra Patria, tiene relación proporcional con el tamaño de nuestros talentos, cualidades y capacidades. Y con las circunstancias que nos toca vivir.
El héroe Miguel Grau, por ejemplo, te tocó liderar los combates contra la flota adversaria y siempre enfrento sus responsabilidades con calidad humana, con sapiencia profesional, con valor y coraje. Es héroe grande y hasta universal, sólo porque cumplió su deber. Nadas más.
Y si aún no está claro lo que implica tener integridad, otro ejemplo de inconmensurables dimensiones lo dio el 29 de junio de 1823, el obrero más encumbrado y célebre de nuestra historia. José Olaya Balandra, el pescador chorrillano que a sus 32 años se percató que le correspondía ayudar a la lucha emancipadora de su Perú, sirviendo de correo entre los patriotas afincados en el Callao y Lima. Al ser traicionado y detenido en la esquina del Mogollón, soportó 2 días de terribles torturas, sin delatar jamás a los patriotas. Como epitafio de su vida, quedó su frase, … “Si mil vidas tuviera, gustoso las perdería antes de traicionar a mi Patria”.
Estamos a 12 días de celebrar los 204 años de la proclamación de independencia por San Martín y del mensaje a la nación que dará la señora Boluarte, mandataria número 64. Y duele mucho, aquí, donde los sentimientos son gotas de plomo hirviendo, saber que nuestra historia seguirá plagada del mundo de los desvalores. Habrá de todo, menos patriotismo, porque si no priman los valores del amor, respeto y sinceridad al prójimo, lo demás son hilachas que se lleva el viento.
Este gobierno que fue elegido por su ideología y programa de izquierda marxista y de crítica a la Constitución Política del Perú por individualista, mercantilista, privatista y entreguista, está gozando de las recaudaciones más elevadas de nuestra historia, pero en 4 años de gobierno obtiene el rechazo del 95 % del pueblo. Miguel Grau y José Olaya, lloran una lágrima.
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