En Arequipa, las iglesias no solo son templos; son parte del alma de la ciudad. Construidas con sillar, ese blanco testigo de erupciones pasadas, muchas de ellas han resistido siglos, terremotos y modernidades sin perder su centralidad en la vida colectiva. En Semana Santa, esta presencia se hace aún más evidente: las iglesias se convierten en escenarios vivos donde la fe, la tradición y la identidad cultural se entrelazan.
Durante estos días, recorrer Arequipa es recorrer un mapa espiritual. Desde la majestuosa Basílica Catedral hasta la recoleta iglesia de San Francisco, cada templo se transforma. Sus puertas se abren no solo a los fieles, sino también a los curiosos, los turistas, los nostálgicos. Las procesiones salen de ellas como ríos humanos cargados de incienso, velas y cánticos que cruzan calles adoquinadas bajo el silencio respetuoso de una ciudad que, al menos por unos días, suspende el ruido cotidiano.
Pero el valor de las iglesias en Semana Santa va más allá del rito. Son espacios donde se guarda la memoria colectiva. En sus muros habita el arte virreinal, las imágenes sagradas de siglos, los altares dorados, los retablos mestizos. Son museos vivos donde la historia no se contempla, se vive. En Arequipa, la Semana Santa no sería la misma sin el peso simbólico de estos templos, sin su capacidad de convocar, de emocionar, de reunir generaciones.
Frente a un mundo cada vez más veloz y digital, estas iglesias nos invitan al recogimiento, al silencio, al contacto con lo sagrado. No importa si uno es creyente o no: participar del Viernes Santo en la iglesia de La Compañía o presenciar el lavado de pies en San Agustín es, también, un acto cultural.
Las iglesias de Arequipa nos recuerdan que la identidad no se improvisa. Se construye, como el sillar, con paciencia, con raíces, con fe en Dios o en la belleza. Y en Semana Santa, esa identidad florece con toda su fuerza. Allí, entre andas y oraciones, late todavía el corazón más profundo de la ciudad. Porque mientras haya procesiones, campanas y pasos que retumben en la madrugada, Arequipa seguirá siendo fiel a su esencia.