En el reciente aniversario de Miraflores, el alcalde provincial de Arequipa, Víctor Hugo Rivera, sorprendió con una declaración que no puede pasar desapercibida: señaló públicamente que el burgomaestre de Miraflores, Germán Torres, “podría ser su sucesor en la provincial”. Más allá de la cortesía protocolar, este comentario revela una contradicción política de fondo que merece ser cuestionada.
Rivera fue designado por César Acuña como coordinador político de Alianza Para el Progreso (APP) en Arequipa, lo que implicaba la responsabilidad de fortalecer la presencia del partido en la región y preparar cuadros propios para futuras elecciones. Sin embargo, al respaldar a Germán Torres —quien pertenece a otro partido político y no a APP—, el alcalde provincial envía un mensaje claro: APP carece de liderazgos sólidos en Arequipa y depende de figuras externas para proyectar continuidad. Esta situación no solo debilita la institucionalidad del partido, sino que también traiciona la confianza depositada por Acuña en Rivera como articulador político regional.
El gesto de Rivera, realizado en un acto oficial y frente a la ciudadanía, no puede interpretarse únicamente como un elogio a la gestión de Torres. Es, en realidad, un guiño político adelantado de cara a las elecciones del 2026, que pone en evidencia la falta de cuadros propios en APP y la improvisación en su estrategia regional. ¿Cómo puede un coordinador político designado por el líder nacional de su partido promover como sucesor a alguien ajeno a su organización? ¿No es esto una muestra de debilidad y desarticulación interna?
Parece, más bien, que el alcalde está tomando parte del juego electoral provincial por temor a que algún candidato no afín a él se siente en el sillón municipal en el 2026. Este tipo de maniobras reflejan la vieja política: pactos personales, cálculos de poder y alianzas improvisadas que se anuncian como si fueran decisiones colectivas. Rivera debería aclarar si actúa como coordinador político de APP o como actor independiente que busca asegurar su influencia, porque lo que está en juego no es solo la sucesión municipal, sino la credibilidad de la política en Arequipa.