Donald Trump está de vuelta, ganó la nominación por mayoría aplastante. Se puso vallas altas para su gestión. Hay, entonces, mucha expectativa.
Elon Musk, el inversionista tecnológico, planea derrumbar la burocracia estatal. El reto es hacerla competitiva reduciendo la planilla. El sector privado, con normas de estrategia nacional, tendrá que recuperarse. La oferta laboral servirá para reducir el desempleo y elevar el crecimiento de la producción para hacerle frente a la oferta china, espantosamente demoledora en todos los mercados mundiales.
La delincuencia organizada avanza igual que acá. Los tentáculos de El tren de Aragua amenazan con extenderse todavía más. En Chicago y Nueva York hay casos de extorsión y cupos. Sicarios resuelven a balazos los entuertos mafiosos. La migración no es un fenómeno social espontáneo, de gente huyendo de la dictadura venezolana. Es, además, un plan político de destrucción de las raíces norteamericanas. La respuesta de Trump es la “deportación masiva”, una medida radical para detener el avance de la delincuencia, desocupación y del socialismo del siglo XXI.
Trump es visto como garantía para las personas distanciadas de la izquierda y cultura woke, sinónimo de supuesta modernidad que devalúa las costumbres, historia, valores y creencias religiosas. Férreo opositor de las dictaduras comunistas con sus planes de asaltar el poder en las democracias latinoamericanas.
Trump se lleva bien con Xi Jinping y Vladimir Putin. Junto a Joe Biden resolvió una tregua y canje de prisioneros palestinos por secuestrados israelíes. El conflicto no termina, pero los terroristas de Hamás - los que tienen secuestrados a los palestinos en Gaza - han sido seriamente debilitados por las fuerzas judías. Trump es el mejor amigo de Israel. La guerra en Ucrania terminaría finalmente. Putin - en su quinto mandato, elegido por el 87% de votos – sabe que el extremismo islámico representa un serio peligro para la seguridad mundial.
La Casa Blanca tendrá que ver con otros ojos a su “patio trasero” para mantener “las raíces estadounidenses” amenazadas por aventureros marxistas. En este contexto, los demócratas del continente, sobre todo venezolanos, esperan más acción en lugar de discursos de buena voluntad. Trump cancelará los fondos de USAID destinados a minar la democracia y las libertades en favor de ideologías nocivas a la estabilidad de las familias y la sociedad.
Si pues, Trump es la otra cara de Obama, Clinton y Biden. No es el buenito por popularidad. Es el presidente del norteamericano blanco, negro, oriental y latino que ve en Norteamérica el sueño que en sus países son una pesadilla. Es el presidente de los camioneros, agricultores y de los que, en verdad, hacen grande a su país.
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