Los ciudadanos de un país se pueden equivocar, claro que sí y votar para la presidencia por un personajillo decepcionante. Un presidente se puede equivocar y sea por mal asesoramiento, ignorancia o mala fe, elegir lo peor para su equipo ministerial. Eso ha sucedido más de una vez en el país pero tiene solución.
La Constitución garantiza el marco de la división de poderes, del control político. Y si un país se equivoca votando mal o un presidente escoge pésimos y corruptos colaboradores, pues allí está el Congreso, institución llamada a solucionar la problemática.
Hay, sin embargo, un elemento adicional, en el cual confía la ciudadanía al momento de emitir su voto: si su candidato pierde pasará a la oposición. Es lo natural. Esa es otra forma de controlar y minimizar el error.
Pero ¿qué pasa si el Congreso en lugar de controlar y fiscalizar se convierte en cómplice, en socio, en cogobierno de los que mal gobiernan? ¿qué pasa si los opositores se convierten en escuderos, en socios, en aliados del gobierno como sucede con Dina Boluarte? Tanto César Acuña, como Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori optaron por darle la espalda a los ciudadanos, renegando de su rol opositor y se convirtieron en aliados del gobierno. Si esto sucede ¿Qué pasa?
La respuesta es sencilla: el desmadre actual en que el gobierno hace lo que se le da la gana sin consecuencias. La corrupción es generalizada, tenemos ministros por debajo de la línea de la mediocridad, el país anda a la deriva y no pasa nada. Hasta la soberanía del país está en cuestión. Potencias extranjeras como China hacen su agosto en el mar de Grau y simplemente se les deja. Quienes deben garantizar la soberanía se hacen de la vista gorda.
Lo de la seguridad es un escándalo. Se incrementa la violencia, los robos, la extorsión y el sicariato. Aparece ahora la figura del secuestro y no pasa nada. La Policía Nacional del Perú anda desmoralizada pues tiene en la dirección política a un ministro que está enlodado en acusaciones fiscales, una de ellas, muy grave, se refiere al pago de coimas para obtener beneficios judiciales. El Congreso puede solucionar esta situación, pero no se consiguen las firmas para la censura. Los parlamentarios declaran ofuscados por la falta de seguridad, pero no firman la moción que nos libraría del ministro.
Al Congreso esta situación no le importa. Los gobernantes creen que el poder es eterno. Lo mismo pensaron los dictadores Leguía, Odría y Fujimori. Lo mismo calcularon todos los presidentes de este siglo y miren donde están. El futuro de Dina Boluarte y gran parte del elenco político actual está cantado. Basta con ver la historia para saber que les sucederá.