Las recientes renuncias, en todos los partidos, no obedecen a disputas internas políticas, conflictos programáticos, diferencias en cuanto la visión de país que se tiene, la creación de una facción dentro de los partidos, discrepancias insalvables en cuanto a posiciones ideológicas. No, no se debe a ninguna de esas razones, visibles, notables, estudiadas en los anales de las ciencias políticas. Obedecen simplemente a cálculos e intereses personales, motivados por la ambición de tener un resultado en el próximo proceso electoral, y desmarcarse a última hora de quien consideran un lastre para sus aspiraciones. Esto último es clave. Se desmarcan a última hora, no vieron el deterioro ni la inmoralidad ni el escándalo hace un año. Recién lo ven ahora.
Analicemos el caso de APP en donde están renunciando futuros candidatos a las alcaldías y congresistas con aspiraciones presidenciales. Argumentan posiciones insalvables, leyéndose entre líneas, de carácter político y moral. Es obvio que tiene que ver con los señalamientos a APP del copamiento de puestos en el parlamento (cuya repartija comparte con Avanza País, Fuerza Popular y Perú Libre), con el apoyo descarado a alguien como el ministro del interior Juan José Santivañez (cuyo más entusiasta defensor no es APP sino el alcalde de Lima Rafael López Aliaga) o el blindaje a otros ministros investigables de Dina Boluarte como el del MIDIS (blindaje de la mano de Fuerza Popular). Todos estos elementos están presentes desde hace meses, desde el inicio del gobierno de Dina Boluarte, pero recién deciden en estos días renunciar. Uno no necesita de la totalidad del producto para saber de su calidad. Basta con una muestra. Y la muestra del desastre de Dina se sabe desde hace mucho tiempo.
Pero no veamos el caso de APP como único. La crisis de los partidos abarca a todos. A los renunciantes de nada les va a servir intentar desmarcarse. La ciudadanía, más informada que nunca, sabe perfectamente que es importante analizar las trayectorias y eso, sin duda, va a pesar mucho en el 2026.
El problema de fondo, lo que es grave para nuestra democracia, es que no existe un sistema de partidos y, peor aún, partidos políticos en todo el sentido de la palabra. Lamentablemente no hay ni uno. Y he allí la raíz del problema que estamos atravesando.