El cardenal Cipriani llegó a Perú para recibir una condecoración de su amigo, el alcalde de Lima y líder de extrema derecha, Rafael López Aliaga. Lo que el exarzobispo de Lima no anticipaba era que esa visita y la condecoración, que muchos consideran inmerecida, indignaría a una persona que lo había denunciado por abuso sexual ante el mismo Vaticano y que había mantenido su denuncia en el anonimato. Sin embargo, ante la falta de vergüenza de Cipriani, dicha denuncia fue hecha pública en un medio internacional.
El caso de Cipriani no es el primero, y lamentablemente, no será el último en la larga lista de escándalos de abuso sexual que la Iglesia católica, especialmente en Latinoamérica, ha enfrentado y sigue enfrentando. Mencionemos, por ejemplo, el caso del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que es uno de los casos más notorios de abuso sexual en la Iglesia católica. Maciel fue acusado de abusar sexualmente de al menos 60 menores de edad y de tener hijos con varias mujeres. A pesar de las denuncias, Maciel mantuvo su posición hasta el 2006, cuando el papa Benedicto XVI lo obligó a retirarse. Tras su muerte en el 2008, los Legionarios de Cristo reconocieron oficialmente los abusos cometidos por Maciel.
Más al sur, en Chile, el sacerdote Fernando Karadima, fue acusado de abuso sexual en el 2010 por varios exmiembros de su parroquia “El Bosque”, en Santiago de Chile. Las denuncias, que revelaron un patrón de manipulación, abuso físico y emocional durante las décadas de 1980 y 1990, llevaron a la Archidiócesis de Santiago a investigar los hechos. En el 2011, el Vaticano se involucró y, tras una investigación exhaustiva, declaró a Karadima culpable de abuso sexual. Como consecuencia, fue condenado a una vida de reclusión, prohibiéndole cualquier actividad pública relacionada con la Iglesia. Para no quedarnos atrás, en nuestro país, Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, ha sido acusado de múltiples abusos sexuales, psicológicos y físicos. Estas denuncias han llevado a una investigación exhaustiva por parte del Vaticano. En el 2024, luego de una exhaustiva investigación, el papa Francisco decidió disolver el Sodalicio y expulsar a Figari, junto con otros responsables de la organización.
El cardenal Cipriani emitió un comunicado en el que niega las acusaciones; sin embargo, el Vaticano ha confirmado que existe una denuncia de abuso y que se han impuesto sanciones al cardenal peruano, las cuales él ha aceptado. Entonces, ¿cómo se puede aceptar un castigo si no se está de acuerdo con las acusaciones? Es evidente que hay algún grado de verdad en esta denuncia y que el papa (este papa, ya que los nteriores no tomaron medidas) actúa con fundamento al imponer sanciones. Esperemos, por el bien de los católicos de buena voluntad, que estos casos no se repitan.