El cine ha sido, desde su llegada, un refugio cultural y una ventana al mundo para los arequipeños. Durante décadas, las salas de cine fueron puntos de encuentro donde la magia del séptimo arte unía a generaciones. Sin embargo, con el avance de la modernidad y los cambios en el consumo de entretenimiento, muchos de estos espacios han desaparecido, dejando tras de sí solo recuerdos imborrables.
En el pasado, Arequipa contaba con emblemáticos cines como el Fénix, el Ateneo o el cine Melgar, cada uno con su propia identidad y público fiel. Estas salas no solo proyectaban películas, sino que eran espacios de socialización, donde las familias y amigos se reunían para compartir emociones y experiencias. Eran tiempos en los que el cine se vivía de manera especial, con grandes estrenos que llenaban las butacas y funciones que formaban parte de la rutina semanal de muchos.
Sin embargo, la llegada de los multicines en centros comerciales, el auge del streaming y la transformación de los hábitos de consumo han relegado al olvido a estos cines tradicionales. Aunque los modernos complejos ofrecen comodidad y tecnología de punta, han reducido el cine a un mero entretenimiento individualizado, perdiéndose parte de la esencia comunitaria que alguna vez caracterizó la experiencia cinematográfica en Arequipa.
A pesar de ello, el cine sigue siendo una pieza clave en la cultura arequipeña. Festivales locales, cineclubs y esfuerzos independientes han surgido para rescatar el valor del cine como arte y herramienta de reflexión. La nostalgia por las antiguas salas aún persiste, pero la manera en que el cine evoluciona en Arequipa dependerá de la capacidad de la ciudad para equilibrar la modernidad con el respeto a su legado cultural.
Es necesario que tanto autoridades como la ciudadanía valoren estos espacios culturales y promuevan iniciativas para su conservación. Solo así se podrá garantizar que el cine siga siendo un punto de encuentro y un motor de identidad en la vida de los arequipeños. De lo contrario, corremos el riesgo de perder una parte esencial de nuestra historia cultural, junto con las memorias de generaciones que disfrutaron de estas salas.