En un país asediado por la criminalidad, las decisiones de impacto inmediato suelen ser aplaudidas por la opinión pública. El reciente anuncio de la presidenta Dina Boluarte, de enviar a cabecillas criminales al penal de Challapalca, pretende transmitir autoridad y control.
Sin embargo, lejos de representar una solución estructural, esta medida evidencia la precariedad del sistema penitenciario y la falta de planificación real frente a un problema complejo. Challapalca, lejos de ser el equivalente peruano al modelo carcelario salvadoreño, es un penal con hacinamiento, infraestructura limitada y condiciones extremas que no garantizan seguridad ni rehabilitación.
El uso político de un penal como símbolo del castigo ejemplar puede calar en un discurso de mano dura, pero no responde a las preguntas de fondo: ¿Dónde están los planes de ampliación o construcción de nuevas cárceles? ¿Cómo se evitará que Challapalca se convierta en otro centro de operaciones del crimen desde la altura? ¿Quién fiscalizará el trato que se da a los internos y las condiciones de los agentes penitenciarios que laboran en ese entorno hostil?
El plan de reestructuración del INPE anunciado por el Ejecutivo aún carece de claridad. Sin recursos, sin personal capacitado y sin una política penitenciaria moderna, toda promesa suena hueca. Recordemos que las prisiones peruanas arrastran décadas de abandono: hacinamiento, deficiente control interno, corrupción, y una sobrecarga de internos sin sentencia. Meter más criminales a un sistema roto no soluciona el problema; lo agrava.
La ciudadanía tiene derecho a sentirse protegida, pero también merece decisiones responsables y sostenidas. El Estado no puede seguir reaccionando a las crisis con medidas abruptas y efectistas. La lucha contra el crimen requiere algo más que trasladar presos: necesita un sistema penitenciario reformado, justicia que funcione, inteligencia policial y un enfoque integral que incluya prevención, rehabilitación y control real. Challapalca puede ser un castigo, pero nunca será la solución.