Lo ocurrido con el líder Vicente Alanoca Arocutipa, precandidato a la presidencia por el grupo Nuevo Perú, es una muestra más que la izquierda no cree en democracia e impone a la fuerza sus ideales o programas.
Resulta que Alanoca fue proclamado candidato presidencial por la agrupación que lidera Verónika Mendoza. El antropólogo puneño, doctor en Derechos Humanos y Desarrollo, y doctor en Historia de América Latina desde mayo pasado inició su campaña con fuertes críticas a los gobiernos de Dina Boluarte y José Jerí; dentro de su programática estaba pedir una nueva constitución, en línea al pensamiento de la excongresista Mendoza.
Sus mensajes eran bien construidos (como todo docente universitario e investigador visitante de la Universidad Complutence de Madrid) que caló simpatías en el grupo de quechuas y aymaras. También dijo ser admirador de Evo Morales y propulsor de una sociedad tipo Cuba y Venezuela. “Refundar el Perú” era su eslogan.
Volviendo al tema: Nuevo Perú o sea Verónika Mendoza hace alianza con el grupo del excongresista Guillermo Bermejo (quien purga 15 años de prisión por sus vínculos con Sendero Luminoso) para denominar esa alianza “Venceremos” y que este 30 de noviembre deberían ir a elecciones internas para que los afiliados de ambos grupos elijan por mayoría al candidato presidencial.
Pero resulta que el sábado pasado los líderes de estos dos grupos se reunieron y tomaron el acuerdo de sacar de la contienda a Vicente Alanoca y autoritariamente poner como líder de la plancha presidencia a Ronald Atencio, abogado de Bermejo yu Pedro Castillo, dejando de lado las elecciones internas. Atencio sólo ostente el título de abogado y es natural de Huánuco.
El antropólogo puneño denunció este caso en las redes sociales, escribiendo que ganó la “forma clásica, racista y odiosa de hacer política”. Lo que le faltó decir que fue un acto antidemocrático que atenta contra su plancha presidencial y que por un acuerdo de unos cuantos lo dejan fuera de carrera.
Este caso, muy particular, es una muestra para conocer cómo se manejan los acuerdos en los grupos de izquierda. Es decir, imponen sus deseos a la fuerza como en China, Corea del Norte, Venezuela o Cuba, sin importar lo que piensan las bases.
La izquierda peruana nunca ha podido estar unida, con excepción de la alianza Izquierda Unida, para las elecciones de 1985 donde Alfonso Barrantes Lingán postuló a la presidencia, después de haber realizado una buena agestión como alcalde de Lima. Esa fecha logró 21 % en primera vuelta contra 47 % de Alan García. Colocó 15 senadores y 48 diputados.
Esta coalición no duró ni tres años y se dividieron entre los izquierdistas liderados por Henry Pease y sus propios seguidores de Izquierda Socialista. La coalición Izquierda Unida se disolvió definitivamente en 1992 al registrar una votación debajo de la requerida.