Opinión

Cárcel, secuestro y asesinato

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DIARIO VIRAL

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Jeanine Áñez continúa injustamente presa en Bolivia, acusada sin pruebas de dictar resoluciones inconstitucionales e incumplimiento de deberes. Un juzgado politizado la sentenció a 10 años de prisión por conspiración, sedición y terrorismo. Por continuidad constitucional, Áñez asumió la presidencia de Bolivia siendo vicepresidenta del Senado, después de la renuncia de Evo Morales, acusado de un escandaloso fraude electoral en las elecciones del 2019. La OEA calificó de “proceso fraudulento” poniendo fin al intento de Morales de perpetuarse en el poder. Al año siguiente, Áñez convocó a elecciones y los bolivianos eligieron al candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), sin Morales.

Contra Áñez hay venganza y ensañamiento. Su encarcelamiento avergüenza a las organizaciones de Derechos Humanos, movimientos feministas e instituciones globales. Oídos sordos y ceguera total de la burocracia internacional que, en otros casos – por izquierdistas y socialistas -, pegan el grito al cielo. La prensa mundial y local expone tibiamente su caso sin asumir posiciones firmes frente a la injusticia.

Áñez tuvo la valentía de expulsar a diplomáticos venezolanos y cubanos, a la embajadora mexicana y a dos funcionarios del gobierno español por conspirar contra los intereses democráticos y libertarios de Bolivia. La represalia del socialismo internacional, bastante bien organizado, se explica por sí sola.
Por otro lado, el Tren de Aragua es hoy la más violenta, inhumana y global organización criminal. Diversifica su cartera criminal y sus tentáculos alcanzan mercados más “rentables” fuera de Venezuela. Los recientes secuestros, robos y asesinatos reportados en New York y Chicago son atribuidos a la banda liderada desde Caracas.

Para que esta delincuencia logre tal avance necesita logística y capacidad humana superiores. Pero sobre todo apoyo político. Las cárceles venezolanas fueron abiertas. Los presos liberados cumplirían un plan predeterminado.

“El vendaval bolivariano” anunciado hace cinco años por Diosdado Cabello - el número dos del chavismo - fue una amenaza a los pueblos latinoamericanos. Estaba en marcha una escalada desestabilizadora. La política, la sociedad y la economía regional serían atacadas. Sujetos a las órdenes de una cúpula marxista crearían escenarios de perturbación y violencia sociales. “Ajusticiamientos” son también parte de su cartera delictiva.

El secuestro y asesinato en Chile del teniente venezolano Ronald Ojeda Moreno demuestran el vínculo entre la tiranía cubana y venezolana con los criminales del Tren de Aragua. El militar estuvo preso en Venezuela acusado de conspiración contra la dictadura. Escapó y Chile le otorgó refugio. La policía no descarta la hipótesis de crimen político. Los Gallegos - supuestos autores materiales del asesinato de Ojeda - son el brazo operativo del Tren de Aragua.

De los millones de venezolanos que supuestamente escaparon de la dictadura chavista, ¿cuántos de ellos salieron portando consignas políticas, cuántos con identidades fraguadas, cuántos avezados criminales? El Tren de Aragua, ¿es, entonces, determinante en los planes expansionistas del pensamiento de Hugo Chávez?

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