Tuvieron que pasar más de 4 años desde que una pandemia nos obligó a estar aislados en casa y por tanto inició el trabajo remoto a través de programas que permitían laborar por medio de la virtualidad. Tuvimos que adaptarnos a tareas como asistir al colegio a distancia, hacer compras online y los medios de pago virtuales hasta los trabajos de mayor peso en la producción nacional.
Todo tuvo que someterse a la ejecución a distancia en el afán de cuidar nuestra salud y disminuir la posibilidad de contacto y, por ende, de contagio del nuevo coronavirus.
En esa línea, la política no se salvó de ello. El Congreso tuvo que pasar a sesiones virtuales de las diferentes comisiones, subcomisiones y del pleno en general. Sin embargo, la etapa más dura de la pandemia acabó, luego la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el final de la declaratoria mundial para la covid-19.
Ello, aunque no significaba la erradicación de la enfermedad, sí transmitía tranquilidad ante la disminución en la posibilidad de contagio.
Conforme pasaba el tiempo, todas las actividades retornaron progresivamente a la normalidad. Sin embargo, nuestros padres de la patria mantuvieron la alternativa de la virtualidad y así, en pleno final de la pandemia, seguíamos viendo sesiones en soledad.
Los legisladores, amparados por la falta de control, asistían virtualmente y nos ponían en los ojos del mundo por un Congreso casi vacío donde se debaten las más importantes leyes para el pueblo peruano.
Esta realidad llegó a su fin. Desde la Oficialía Mayor del Parlamento ya indicaron que desde mañana jueves 4 de abril se retomarán las sesiones presenciales al 100%. Ya era hora, pues nuestros parlamentarios ya deben estar presentes y demostrar que pueden promover leyes para todos los peruanos con el debido debate cara a cara.