Opinión

Activismo destructivo

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Este año ha sido trágico para el arte y para quienes, de una u otra manera, tenemos sentido estético y valoramos la cultura material heredada de los grandes artistas del mundo. El 25 de mayo fue atacado el cuadro de La Gioconda (conocida por todos como La Mona Lisa), de Leonardo da Vinci, uno de los principales tesoros artísticos del museo del Louvre de París. Un visitante lanzó una tarta, aunque la obra no sufrió daños al chocar el pastel contra el cristal blindado que protege el óleo desde hace más de 60 años. 

Sin embargo, lo anterior no es nada en comparación a los actos calificados de vandalismo, perpetrados por activistas medioambientales. En junio, dos activistas de Just Stop Oil se pegaron al marco del cuadro Melocotoneros en flor, de Vicent Van Gogh, en la Courtauld Gallery en Francia para rechazar que el Gobierno del Reino Unido impulsara más de 40 nuevos proyectos de combustibles fósiles. El pasado 9 de octubre dos personas pegaron su mano al cuadro Masacre en Corea, de Pablo Picasso, expuesto de forma temporal en la Galería Nacional de Victoria, en Melbourne (Australia), para hacer una llamada de atención sobre la crisis climática. También en octubre, manifestantes ecologistas arrojaron sopa de tomate sobre el famoso cuadro Los Girasoles, de Vincent van Gogh, en la National Gallery de Londres, para exigir al gobierno del Reino Unido que ponga fin a los nuevos proyectos de extracción de gas y petróleo. Para cerrar octubre, activistas miembros de Just Stop Oil, con ayuda de salsa de tomate y pegamento, atacaron la pintura Joven de la perla, también conocida como Muchacha con turbante, una de las obras maestras del pintor neerlandés Johannes Vermeer, que era resguardada en el museo Mauritshuis, en La Haya, para protestar en contra del calentamiento global.

El activismo tiene varias características: crítica, reflexión y propuesta. El verdadero activista está en contra de ciertas cosas que suceden en la realidad; analiza y reflexiona sobre las causas de esas cosas malas que existen; y, más importante aún: plantea propuestas para mejorar la situación negativa que critican. Ninguno de esos elementos se ha cumplido en estos actos reprochables contra el arte y la cultura mundial. Hoy en día tenemos mejores y eficaces métodos de protesta y real activismo con los que se contaban en el siglo XVI, XVII, XVIII y XIX. No tenemos que llegar al extremo de la destrucción y del asesinato para evidenciar que estamos en contra de algo. Todos estamos en contra de algo, no a todos nos gusta la manera en que el mundo funciona, pero no todos destruimos las cosas. La época de la destrucción sin propuesta ya pasó, entremos a la era de la crítica propositiva.

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