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Informe: de la calle al celular: ¿quién gana con las apps de taxi?

Pierden los taxistas formales y los conductores de aplicativos no tienen derechos laborales. Los grandes ganadores: las plataformas digitales

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DIARIO VIRAL

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Escribe: Nancy Cutimbo Castillo

 

Anabel ya no levanta el brazo para parar un taxi ni discute el precio con el conductor. Hoy, con solo un clic en su celular, solicita el servicio, elige la tarifa que más le conviene y espera desde la comodidad de su casa. Las apps de taxi –como InDrive, Uber y Yango– llegaron a Arequipa con la promesa de eficiencia, seguridad y ahorro. Sin embargo, su expansión provocó mayor informalidad y un mercado dividido que genera conflicto con los taxistas formales.

En Arequipa, se estima que existen unos 15 000 taxis formales, otros 15 000 conductores independientes y al menos 8000 choferes que operan a través de aplicativos extranjeros, según cifras de gremios locales. 

“El taxi es una noble labor que representa un colchón económico para muchas familias. No necesitas una carrera profesional para hacerlo. Sin embargo, realmente nos preocupa esta competencia desleal de los aplicativos”, señala Adolfo Paco, dirigente de la Cámara de Empresas de Taxi. Esa accesibilidad ha traído consigo una nueva forma de informalidad disfrazada de emprendimiento. 

Desde el ingreso de Uber en 2016, primera app en operar en Arequipa, los gremios alertaron sobre la competencia desleal. Aquel temor se consolidó tras la pandemia covid-19, cuando muchos arequipeños vieron en estas apps una salida rápida al desempleo.

GANADORES Y PERDEDORES. ¿Quién gana realmente con el taxi por app? Para los usuarios, el cambio ha sido positivo, pues eligen desde dónde ser recogidos, negocian tarifas y sienten mayor control sobre la seguridad del viaje. Sin embargo, el otro lado del negocio deja más preguntas que respuestas.

Los conductores de apps operan con libertad de horarios y sin necesidad de esperar en un paradero. No obstante, deben asumir todos los costos –combustible, mantenimiento, celular, comisiones– y no cuentan con ningún tipo de beneficio laboral. “No tienen acceso a jubilación, CTS ni seguro de salud. Están sujetos a los algoritmos”, afirma Ana Gómez Burns, docente del Departamento de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Católica San Pablo. 

El taxista formal, en cambio, perdió clientela y enfrenta exigencias técnicas y administrativas que los conductores por app no cumplen. Un taxi formal debe tener SOAT para taxi, licencia A-IIa (profesional), certificado de revisión técnica semestral, un vehículo de peso de una tonelada y cilindraje mínimo de 1248 cc y antigüedad no mayor a 15 años. En contraste, las apps solo exigen una licencia A-I, antecedentes penales, SOAT individual y un auto “no tan antiguo”. No garantizan experiencia ni condiciones óptimas del vehículo. 

EL REAL GANADOR. Pese a todos los actores involucrados, el gran beneficiado es la app. Empresas como Uber, InDrive o Yango cobran comisiones por cada viaje sin invertir en vehículos, sin contratar a los conductores ni asumir responsabilidades legales por accidentes o estafas. Tampoco tienen oficinas físicas en Perú y no tributan plenamente al Estado.

“Ganan por comisiones y por cantidad de suscritos. Y aunque no hay estudios públicos sobre sus ingresos, es evidente que ganan por escalabilidad”, señala Gómez Burns.

Con la reciente ley que grava con IGV los servicios digitales, algunas apps han empezado a tributar, pero de forma limitada. Mientras tanto, la ciudad pierde: aumenta la congestión vehicular sin mejoras en la infraestructura vial, ya colapsada.

Desde la Municipalidad Provincial de Arequipa, el regidor José Suárez, presidente de la Comisión de Transportes, reconoce que no pueden regular los aplicativos, ya que su fiscalización corresponde al Gobierno central. A nivel del Congreso, existen iniciativas legislativas para vigilar el funcionamiento de estas plataformas, pero ninguna fue aprobada hasta la fecha.

“El taxi no le cierra la puerta a nadie”, comenta el dirigente Adolfo Paco, un taxista con un recorrido de 15 años que ha visto como se pasa del volante al algoritmo, de la esquina al celular. El reto pendiente no es si usar o no una app, sino cómo lograr que ese sistema beneficie realmente a todos los actores: usuario, conductor, taxista y ciudad.

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Redacción

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