El mundo del entretenimiento deportivo está de luto. Este jueves, a los 71 años, falleció Hulk Hogan, la leyenda que convirtió la lucha libre en un fenómeno global. El ícono de la WWE, cuyo nombre real era Terry Bollea, murió en su casa de Clearwater, Florida, tras sufrir un paro cardíaco. Los servicios de emergencia acudieron de inmediato, pero el guerrero del ring ya había librado su última batalla.
Durante los años 80 y 90, Hulk Hogan no solo fue un campeón: fue un símbolo. Con su melena rubia, su carisma inigualable y frases como “Say your prayers and eat your vitamins”, inspiró a millones de niños a creer en el bien, en el esfuerzo, en el poder de nunca rendirse. Fue 12 veces campeón mundial, ganó dos Royal Rumble seguidos y protagonizó momentos épicos como el mítico combate contra André the Giant en WrestleMania III, presenciado por más de 93 000 almas que coreaban su nombre.
Pero Hogan fue más que músculos y campeonatos. También supo reinventarse: en 1996 rompió esquemas al convertirse en el villano más recordado al unirse al NWO, demostrando que incluso los héroes pueden tener otra cara. Fuera del cuadrilátero, conquistó la pantalla en “Rocky III” y abrió su corazón al público en el reality “Hogan Knows Best”, donde mostró su faceta como padre y ser humano.
Desde fanáticos hasta luchadores, todos despiden al hombre que les enseñó a pelear con honor, a caer y levantarse, a soñar con ser invencibles. Hulk Hogan ya no está entre nosotros, pero su legado sigue vivo en cada ring, en cada niño que se pone una bandana amarilla, y en cada alma que cree que los verdaderos héroes nunca mueren.
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