La historia de la devoción al Señor de los Milagros se entrelaza con la vida de Liliana Canessa, una mujer que pasó de negarse a una novena familiar a convertirse en guardiana del Cristo de Pachacamilla. “¿Yo? La novena, ni hablar. Eso es fanatismo”, le dijo a su madre a los 15 años. Ella solo respondió: “Bueno, ya verás”. Décadas después, el destino la llevó, como restauradora, al encuentro con la imagen que hoy cuida desde hace 35 años.
“Nos dijeron que nos llevarían a un sitio especial. Yo estaba en la calle, no tenía ni idea que ese día era la procesión, nada menos que el 1 de noviembre (de 1990) y vimos, esta vez, como restauradores, el momento en que guardaban al Señor”, recuerda. El cuadro llegó al Museo de Osma casi negro, cubierto por capas de barniz y repintes que escondían su verdadero rostro. Al analizarlo, hallaron que “el Cristo era más delgado, María Magdalena tenía el pañuelo más abajo, la Virgen era más joven de lo que se veía”.
Las madres Nazarenas acompañaron cada paso del proceso. “¡Háganlo nomás, confíen en el Señor, ¿qué les pasa?!”, exclamaban mientras el equipo de restauración dudaba antes de limpiar el lienzo. “Te estoy diciendo con esto que el Señor guio la mano de nosotros cinco. Yo estoy convencida de eso”, relata Liliana con emoción. Desde entonces, su vida quedó unida al templo y al museo que hoy resguarda la fe de millones de peruanos.
“Vine cuando tenía menos de 35 años y ya voy por los 70. Hemos avanzado mucho y aunque mi cargo es directora del Museo, todos trabajamos en lo que se necesite”, cuenta. En ese recinto, donde se conservan exvotos, pinturas y la bula papal que dio origen al monasterio, Liliana sigue repitiendo la frase que guía su fe: “Son los tiempos del Señor”. Para ella, octubre es tiempo de pedir, y el resto del año, de agradecer.
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