La nueva obra de Abelardo Sánchez León, Los poetas del 60, es un mapa íntimo y dinámico de una generación que cambió el curso de la poesía peruana del siglo XX. Lejos de un tratado académico, el autor propone un ensayo vivo y accesible, atravesado por emoción, memoria y una mirada crítica hacia un tiempo convulsionado que —como hoy— parecía al borde del abismo. Con una prosa que mezcla enfoques narrativos, reflexión ensayística y destellos poéticos, Sánchez León se sitúa “entre caminos”, como él mismo confiesa, para dar forma a un volumen que reivindica la tradición sin solemnidades.
El libro no sigue un orden cronológico, y esa libertad permite que voces como la de Javier Heraud irrumpan al final, cuando su figura ya ha resonado por todo el recorrido. Sánchez León lamenta que el ensayo peruano haya quedado atrapado durante décadas en rigideces académicas, pero celebra que en los últimos años hayan surgido relatos híbridos, más cercanos a la crónica y menos temerosos de la primera persona. Su propuesta entra plenamente en esa renovación: un libro pensado para lectores informados, pero no necesariamente especialistas, que se deja leer de un tirón.
A lo largo del texto, el autor también traza las diferencias entre su generación, la del 70, y aquella que retrata. La del 60, dice, tuvo otra educación, otra relación con los viajes y un tono poético más maduro, aun cuando políticamente sus integrantes no siempre actuaran con la misma lucidez. Mientras los poetas del 70 descubrieron la calle, las cantinas y la bohemia limeña, los del 60 exploraban influencias de la literatura inglesa y francesa, y viajaban por Europa en pleno reacomodo geopolítico. En ese contraste aparecen nombres fundamentales: Rodolfo Hinostroza, Antonio Cisneros, Marco Martos, Julio Ortega, entre otros.
El libro también ilumina los matices ideológicos de la generación, marcada por la Revolución cubana, pero donde convivieron entusiasmo, desencanto y —en algunos casos— cierto cinismo vital. Para Sánchez León, figuras como Hinostroza o Mirko Lauer encarnan ese espíritu crítico que no se entregaba por completo a ningún ideal. Y en el centro, como un símbolo trágico y luminoso, aparece Javier Heraud, cuya obra precoz y cuya vida breve siguen interpelando a la poesía peruana. Los poetas del 60 se convierte así en un testimonio afectuoso y lúcido de una época donde la literatura era, también, una forma de resistencia.