Durante la noche del sábado 4 de octubre, las fuerzas rusas llevaron a cabo un nuevo ataque masivo contra Ucrania utilizando misiles hipersónicos Kinzhal y drones. Según el Ministerio de Defensa de Rusia Andréi Beloúsov, los objetivos alcanzados fueron instalaciones del complejo militar-industrial, así como infraestructuras energéticas y gasíferas que abastecían a unidades del Ejército ucraniano.
En su reporte, Moscú aseguró que el operativo causó graves pérdidas al enemigo. “En un día, el Ejército ucraniano perdió alrededor de 1300 soldados y 11 unidades de equipo blindado”, indicó la entidad militar, que además confirmó bombardeos previos contra infraestructura de transporte y almacenes de drones empleados por Kiev.
El Kremlin sostiene que estos ataques forman parte de una ofensiva estratégica ante el debilitamiento de las fuerzas ucranianas. “Las reservas de las Fuerzas Armadas de Ucrania son cada vez menores. Las unidades listas para el combate, digámoslo así, hoy están dotadas en no más del 47-48 %”, declaró el presidente ruso, Vladímir Putin, a inicios de septiembre.
“Ya se trata de una situación al borde mismo de lo crítico”, añadió el mandatario, quien destacó que “todos los grupos de las Fuerzas Armadas de Rusia avanzan con éxito en todas las direcciones”. Estas declaraciones reflejan la creciente confianza del gobierno ruso en su campaña militar, mientras Ucrania enfrenta dificultades para reponer tropas y recursos en el frente.
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