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Hablarse en voz alta: el hábito que crece en la mediana edad y transforma el bienestar emocional

Expertos explican por qué el auto-diálogo externo se vuelve más frecuente, qué beneficios ofrece y cuándo puede ser una señal de alerta

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DIARIO VIRAL

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Hablarse en voz alta dejó de ser una rareza y se volvió costumbre cotidiana en la mediana edad. Testimonios recopilados por The New York Times muestran cómo acciones simples —desde comentar la conducta del perro hasta repetir mensajes mientras se escribe— se han vuelto parte de la rutina. Para muchos adultos, el auto-diálogo externo ya no es un episodio aislado, sino un hábito naturalizado que plantea preguntas sobre su origen y sus efectos emocionales y cognitivos.

El fenómeno, lejos de ser nuevo, tiene raíces en la infancia, cuando hablar solo es parte del desarrollo. Expertos como Charles Fernyhough sostienen que la conducta resurge en la vida adulta porque disminuye la presión social y las personas se permiten expresarse sin inhibiciones. Ethan Kross explica que este tipo de diálogo cumple funciones específicas en la regulación emocional, diferenciándose del pensamiento silencioso y actuando como herramienta para procesar ideas y sentimientos.

Los especialistas coinciden en que el auto-diálogo externo ofrece beneficios concretos. Puede aliviar ansiedad mediante frases de autocalma, mejorar el ánimo, aumentar la motivación y ayudar a organizar tareas. También mitiga la sensación de soledad al generar un acompañamiento emocional percibido. Kross añade que hablar en voz alta facilita resolver conflictos internos y preparar conversaciones difíciles, además de activar la memoria de trabajo verbal y mejorar la capacidad de recordar listas o ubicar objetos con rapidez.

Convertir pensamientos en palabras crea claridad mental: permite priorizar, ordenar ideas y comprender mejor las propias emociones, contribuyendo a decisiones más acertadas. Sin embargo, los expertos advierten que este hábito puede ser problemático si ocurre en contextos inapropiados, interrumpe interacciones sociales o se acompaña de comportamientos inusuales. El equilibrio entre espontaneidad y funcionalidad determina si se trata de una herramienta saludable.

Rachel Goldsmith Turow señala que el mayor riesgo está en la autocrítica constante. Diálogos internos destructivos —“Nada te sale bien”, “Siempre fallas”— intensifican ansiedad y depresión, afectando el bienestar mental. En contraste, expresiones triviales como comentar sobre la fruta en el supermercado suelen ser inofensivas. El desafío está en reconocer cuándo el auto-diálogo es un aliado para la salud emocional y cuándo puede reflejar un problema que requiere atención profesional.

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