El llamado ‘núcleo del demonio’ fue una esfera de plutonio de poco más de seis kilos, originalmente destinada a ser parte de una tercera bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial. Tras el fin del conflicto, pasó a experimentos de criticidad, que los científicos comparaban con “hacerle cosquillas a la cola del dragón”.
El primero en caer víctima de este material fue Harry Daghlian, un joven de 24 años. En agosto de 1945, dejó caer accidentalmente un bloque sobre el núcleo, lo que provocó un destello azul. Aunque retiró el objeto, ya había recibido una dosis letal de radiación y murió un mes después.
Nueve meses más tarde, el canadiense Louis Slotin sufrió un accidente similar al manipular el núcleo con un destornillador. El error cerró las semiesferas de berilio y desató un fogonazo azul. Absorbió una radiación masiva y murió tras nueve días de agonía, a los 35 años.
La tragedia llevó a suspender los experimentos manuales en Los Álamos. Desde entonces, el núcleo, que antes se llamaba ‘Rufus’, pasó a ser conocido como el ‘núcleo del demonio’, un apodo que reflejaba la fatalidad que lo rodeaba.
Finalmente, la esfera fue fundida y reutilizada en pruebas nucleares realizadas en el atolón Bikini, apenas cinco semanas después de la muerte de Slotin. Con ello, terminó un capítulo oscuro de la historia atómica, marcado por el costo humano de la ciencia.